2018 | 09 | 23
Más que un recuerdo del terremoto de 2017


Revista Proceso, edición 2186
23 de septiembre de 2018

Por Blanca González Rosas

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Con 26 pinturas de la artista Teresa Velázquez que se dañaron durante el sismo del 19 de septiembre de 2017 en la Ciudad de México, la Galería Baga 06 presenta una sugerente muestra que rebasa el concepto de homenaje, recuerdo o conmemoración. Abierta el pasado mes de abril en el sur de la ciudad capital, la galería organizó en conjunto con la pintora una exhibición que, aun cuando a primera vista se percibe únicamente como el testimonio de la destrucción que provocó el derrumbe del inmueble en el que se encontraban, detona cuestionamientos que inciden en valores tanto positivos como negativos del arte en la contemporaneidad. ¿Qué valores convierten a una pintura en obra de arte, y a una pintura en patrimonio? ¿Qué diferencias existen entre un muro con la pintura de su superficie dañada, que es desprendido y vendido como obra de arte –Gabriel de la Mora, Galería Proyectos Monclova, Proceso 2157)–, y una obra que es concebida como pintura, dañada en su estructura material por un desastre natural, y retirada durante el rescate como un escombro? Excelente como pintora debido a su obsesiva exploración de pintar la luz al margen de narrativas figurativas, Teresa Velázquez (1962, México) gozó desde 2001 del apoyo ininterrumpido del coleccionista mexicano Félix Palavicini. A su muerte en 2013, Palavicini –quien también coleccionaba obra de otros pintores–, poseía aproximadamente 46 obras de la artista, de las cuales aproximadamente 32 se encontraban en el sexto piso del edificio de nueve niveles ubicado en Edimburgo 4, Colonia del Valle. Oscilante entre la ansiedad de recuperar las obras y la frivolidad de preocuparse por bienes materiales cuando las pérdidas humanas eran mucho más importantes, la artista se incorporó a las brigadas de rescate y, a partir del 21 de septiembre, apoyó en la recuperación de objetos de las víctimas. Bajo la coordinación de la brigadista Tabatta Salinas se creó el Grupo Archivo y, como señala la misma Salinas en un texto de la exposición, con cada “cosa rescatada y su clasificación, fuimos conociendo a quienes vivían en los 28 departamentos del edificio. La mujer que vivía entre juegos de tazas de té de todo el mundo (que quedaron intactas), la madre e hijo aficionados a un equipo de futbol y su colección de camisetas y balones, el que agrupaba todo de los caballeros del Zodiaco, el músico salsero con decenas de instrumentos de percusión… y una serie de cuadros de Teresa Velázquez. Al igual que el crítico de arte Luis Martín Lozano –quien el 19 de septiembre recomendó a Velázquez acudir al edificio–, la brigadista Mónica Ruiz define al terremoto como una agitación o sacudida: el resguardo de lo cotidiano se movió y con los objetos “empezamos a reconstruir la vida de los inquilinos”. Sin embargo, en lo que a las pinturas se refiere, sólo una artista acudió a rescatar ese patrimonio creativo que ya no le pertenecía como objeto. Para los otros artistas coleccionados, la historia de sus pinturas parece haberse reducido a una transacción económica. Además de las reflexiones teóricas que provoca, la muestra titulada Desastres artificiales: una exposición efímera –ya que sólo durará hasta el miércoles 26 de septiembre–, presenta obras de Teresa Velázquez realizadas entre 2001 y 2014. Rotas, rasgadas, opacas o abolladas, las piezas no pierden la calidad pictórica que caracteriza a la artista. Convertidas ahora en objetos autónomos, los fragmentos constituyen una síntesis de los reflejos, oscuridades e iluminaciones pictóricas que, a través de árboles, arenas, lunas o charcos, caracterizan sus narrativas figurativas y abstractas.

Teresa Velázquez